Me he escapado a Francia unos días para descansar en el campo em medio del silencio y la tranquilidad de este lugar. Verdaderamente no nos damos cuenta de la vida de un profe hasta que estamos de vacaciones. No hay un momento de descanso cuando vives rodeado de adolescentes cada cual con sus hormonas. Cuando no son dos que se han pegado, es uno que se ha caído, el otro al que han echado de clase por molestar, uno más que viene a preguntar no sé qué, el siguiente para que firmes la salida, de pronto recuerdas que tienes una reunión con los tutores y dos madres esperando para encontrar un culpable, no importa quien sea, de los suspensos de su hijo, una clase que te espera, el ordenador que ha decidido hacer tonterías, un compañero que quiere hablar de un alumno que tiene tal o cual problema, dos llamadas telefónicas a la vez, exámenes que corregir....., y eso todos los días.
Y te dices a tí misma que a ese ritmo no llegas al Viernes...., pero llegas, y la semana siguiente es igual añadiendo la evaluación de diagnóstico, o las sesiones de evaluación por la tarde, o más trabajos para corregir y temas para preparar, y la verdad es que cuando llegan las vacaciones el comentario es unánime : uffff se me ha hecho larguísimo el trimestre, verdaderamente tenía necesidad de vacaciones.
Y es verdad. Este trabajo es igual de maravillosos que de estresante, hay que improvisar continuamente porque los adolescentes cambian de un día para otro, ninguna clase es igual a la anterior, pueden surgir mil historias a lo largo de la semana, haces mil tareas diferentes la mitad de las cuales son sobre la marcha, de manera que de lo que habías pensado hacer a lo que realmente haces, no hay ningún parecido.
Y sin embargo hay algo en esta profesión que engancha, al menos a mi. Seguramente el reto de luchar contra todos, contra los alumnos que no quieren aprender, contra la sociedad permisiva que no educa en valores, a veces contra unos padres desbordados como nosotros que ven como sus hijos se escapan cada día un poco más incapaces de hacerse con ellos, contra una administración que recorta nuestros sueldos como si fuéramos millonarios y que después de habernos bajado y congelado el salario, nos exige cada vez mayores esfuerzos para implantar esto y lo otro, siempre a golpe de decretazo y a las costillas de los mismos.
Pero a pesar de todo yo amo mi profesión cada vez que encuentro un alumno que me sonríe, que viene a verme después de años y años de reñir con él, cada vez que cambio impresiones con algunos compañeros que la ven como yo pero sobre todo....... amo mi profesión cuando los hijos están con sus padres porque significa que yo estoy de vacaciones y que durante unos días soy dueña de mi tiempo, no tengo que correr de un lado para otro y los adolescentes están lo suficientemente lejos como para olvidarme de ellos.